¡Qué bonito es el amor! Sobre todo al comienzo de las relaciones, ¿verdad?

¿Quién no ha conocido a alguien y se ha montado una película digna de un Óscar en su cabeza? En la segunda cita ya se ha visto caminando de la calle con él/ella mientras lleva de la mano a su churumbel.

Cuando nos enamoramos, nuestra cabeza se activa y nuestro cuerpo le sigue. Física y química, así de simple (y de complicado). Aunque en un primer momento no te atraiga físicamente, con el tiempo puedes conocerlo y descubrir que es una persona interesante con la que compartes gustos y aficiones, bastante compatible y quizás alguien con quien plantearse un futuro en común.

El enamoramiento es la primera etapa de las relaciones. Ves a ese alguien perfecto/a, idealizado, y todo lo que hace lo aceptas e incluso te parece romántico. No suele durar más de un año, y pasado ese tiempo, nos planteamos la pregunta si seguir o dejar la relación.

En esta etapa se piensa y se siente diferente. No hay problemas, y si los hay, no son tan importantes. No te cuesta nada preparar cenas románticas con velas, escribir mensajes cariñosos para desearle un buen día, lo sorprendes con entradas para un viaje en un hotel rural, piensas en él constantemente, lo despides y recibes todos los días con un beso, hueles su ropa cuando no está…

¿Por qué pasa esto a todo el mundo incluso a los que se consideran los más anti-románticos y anti-cariñosos del planeta? Porque tus hormonas se han apoderado de ti. Son ellas las que mandan ahora y tú estás a su merced…

Estas hormonas son la oxitocina, la vasopresina, la dopamina y la noradrenalina. Están relacionadas con el placer, el apego y la fidelidad.

Tras ese período de tiempo todo lo que se sentía poco a poco va disminuyendo (¡menos mal!) hasta que llega el momento de decidir si pasar o no la siguiente etapa.

¿Y por qué digo menos mal? Porque es imposible vivir de manera permanente con las hormonas alteradas con lo que esto conlleva: pérdida de apetito, insomnio, falta de concentración, vivir en un mundo de fantasía sin prestar atención a la realidad, inquietud cada vez que lo/la ves, necesidad constante de aceptación, de gustarle, de ser permanentemente agradable sin poder mostrar tu peor cara por miedo a lo que pueda pensar de ti…

Después de este período se vuelve a la normalidad. Los niveles de hormonas disminuyen y se vuelve a la realidad. Comemos como siempre, se recupera el sueño y la concentración… eso no se puede controlar.  Si después de la etapa del enamoramiento decidimos que queremos seguir con esa persona y con esa relación, se deberían cuidar los comportamientos que sí dependen de cada uno, como las cenas románticas, las escapadas de fin de semana, los mensajes cariñosos, los domingos de cine y los besos de despedida.

Así que ya sabes, disfruta y cuida de esta etapa, porque como casi todas las cosas que merecen la pena, es temporal…